lunes, 17 de enero de 2011

¡café para llevar!

‘’A ver si quedamos para tomar un café…’’
¿Quién no ha sentido que con algunas personas ese café nunca llega…?
Después de breves encuentros y saludos cordiales donde el último mes se resume en dos breves minutos; parece que va perdiendo su significado y acaba siendo una coletilla, una parte más del protocolo, con el mismo valor que ‘’adiós’’ o ‘’ya nos veremos’’…
Las dos amigas llevaban tiempo sin poder quedar porque sus horarios no coincidían. Cada una por su parte se sentía extraña por aquella nueva situación. Antes los viernes ambas disfrutaban de un café juntas. Y a pesar de que no era un café cualquiera, sino un capuchino del lugar donde mejor preparaban el café de toda la ciudad, era mucho más que eso. Era risas, historias, era toda una semana contenida en una taza y endulzada con una buena amiga. Era el respiro, el momento de desconectar y al mismo tiempo conectar contigo misma, con esa parte que parece desaparecer en medio de la rutina y del estrés diario. A veces también era un café aguado porque al igual que la vida, el café también tiene ese gusto amargo. Era el calor de una mano amiga que te ayuda cuando estas saturada, era el abrazo amigo que te arropa como la espuma a su  capuchino. Hasta la pasta de té que siempre lo acompañaba significaba mucho más cuando cruzaba la mesa de un platillo al otro. Era confesiones, complicidad, entendimiento más allá de las palabras. Era una receta natural contra cualquier malestar. Era energía pura que activa cada parte de tu cuerpo y al mismo tiempo era sosiego, era un momento de calma en un paisaje ocre y terroso.  Era sumergirte en sus delicadas aguas amarronadas y dejarte llevar como si fueran olas, por la conversación. Totalmente a la deriva. A merced del rumbo que esta vaya tomando, siempre hacia horizontes insospechados.
Aquel café de lo viernes  sin duda alguna era mucho, mucho más. En aquella pequeña cafetería parecía haber una esquina con sus nombres. No siempre estaba disponible pero aun en aquellas ocasiones sabían que una parte de ellas estaba también en aquella mesa. El ambiente era tan cálido como lo que allí servían. No importaba que fuera invierno o verano, allí era siempre como imbuirte en un espacio completamente al margen del tiempo y de todo lo que ocurría en el resto de la ciudad. La sonrisa y la voz amable de la dependienta formaban una parte tan importante del lugar como el propio café. Aquel sitio no sería el mismo sin ella. Como una pequeña hada que te cuida desde donde no la puedes ver, las conocía mucho más de lo que ellas jamás sabrán. Aquel gesto de poner un azucarillo doble era casi tan reconfortante como el primer sorbo de cappuccino.
Pero la vida había cambiado tanto y tan rápido que ya no había espacio para ellas los viernes. Había una cerveza en un pub, o una cena con los amigos. Pero ya no había capuchinos recién hechos esperando por ellas.
Aquel día cargadas por la nostalgia habían quedado delante del café  en uno de aquellos pocos ratos que tenían libres. Habían quedado porque las dos tenían que hacer recados, pero como de costumbre, el tiempo se les había escapado y no les quedaba para hacer una parada y disfrutar de unos capuchinos. Así que ambas se miraron con decisión y   entraron en el café. Y cuando la dueña les preguntó que les ponía, ellas con una gran sonrisa dijeron a la par:
-          ¡Café para llevar!

domingo, 16 de enero de 2011

A veces sientes que algo no va bien…

(prólogo)
A veces sientes que algo no va bien…  aunque desconoces qué.  Los pensamientos te desbordan, no eres capaz de ordenarlos de manera lógica y tu cuerpo se agarrota. Empiezas a hacer algo pero enseguida recuerdas otra tarea pendiente y dejas la anterior, al final no consigues acabar ninguna y todo se va acumulando.  Podemos hacer las cosas de una en una, incluso de dos en dos pero no todas al mismo tiempo, es como si quisiéramos vaciar un rio con las manos, coges agua, pero el torrente sigue corriendo sin cesar. Son tantas las ideas que quieren atención que te marean, y tu estomago sufre las consecuencias. Parece que esta vacio y al mismo tiempo parece que lucha por salir como si no le llegara el espacio, y a ti lo que te parece es que no te llega el aire. Te falta algo, algo se escapa y no eres capaz de hacer que vuelva,  y enseguida culpas al tiempo. Parece que el tiempo va más rápido de lo normal y mientras, esas ideas siguen ahí mezclándose ahora con las sensaciones de mareo y angustia. Pero el tiempo sigue pasando de la misma manera, de hecho, es lo único que sigue igual. No ha cambiado. Lo que ha cambiado es tu capacidad para reaccionar. Son tus decisiones las que parece que no vayan a llegar nunca.
La sociedad en la que vivimos no determina, pero influye enormemente en que sintamos esta sensación de estrés o ansiedad. Siempre hay episodios en que las sensaciones y pensamientos parecen desbordarnos, pero tomarnos un momento de calma o no puede ser decisivo. No debemos de intentar abarcarlo todo de golpe, pues así no conseguimos atajarlo sino más bien retardar más la solución a cada uno. Primero tenemos que establecer criterios, criterios razonables y no impulsivos ya que tendemos a equivocarnos escogiendo el orden por la prisa en hacer las tareas. Por ello influye mucho el ambiente en el que estemos, inmersos en una sociedad en la que todo está concentrado en un espacio muy pequeño y donde el movimiento tanto de personas, como objetos e incluso (y muy importante) el gran tráfico de información, no nos ayuda precisamente en estas situaciones. Cuando el tiempo se acelera y tú te quedas paralizado, cuando dejas de ser dueño y señor para convertirte en un mero espectador, aparece entonces lo que más temíamos… el miedo ante la idea de perder el control. Si todo nuestro alrededor permanece en movimiento constante nuestra sensación de parálisis aumenta más y más y nos cuesta aún más encontrar el momento de calma para equilibrar un poco la mezcla.
No es lo mismo encontrarse en un lugar tranquilo donde no hay apenas movimiento que nos aporte sosiego y calma para pensar. Donde  nadie que nos apure ni nos meta prisa. Donde tengamos nosotros y solo nosotros el control. Como es imposible de conseguirlo literalmente lo mejor es ser prácticos y aprender a inhibir el resto.
Hasta aquí tenemos un poco más claro en qué situación estamos y como tener el control necesario para sobrellevarla. Pero se complica de nuevo si intentamos establecer la causa. Nos encanta echarle la culpa a algo, así que repasamos una inmensa lista de posibles responsables. Si después de hacerlo no encuentras ninguna deberías de replantearte que esta puede ser una de esas situaciones en las que ``a veces sientes que algo no va bien..’’ y que la causa de tu miedo sea nada más y nada menos no saber a que debes de tener miedo.
Si repasando la lista una y otra vez no encuentras nada fuera de lugar o que no tenga una solución simple por lógica aplastante, ese cumulo de sensaciones no tiene ningún fundamento. Aunque esto no quita que hayan llegado ahí y que haya que tomar una decisión de qué hacer con ellas. Nos acostumbran a ir consiguiendo cosas, la propia naturaleza del ser humano tiene el defecto de ser insaciable y querer siempre ``un poco más´´. Tenemos metas y muchas las hacemos, pero también muchas no las hemos marcado nosotros mismos. Así, aunque conseguimos cosas al contrario de lo que pensamos, no nos hacen felices. Porque si eres un exprimidor de naranjas lo que quieres es naranjas y no otra cosa como por ejemplo servilletas, lo único que nos hará sentir conseguir cosas inútiles es inútiles. Si, queremos controlarlo todo, incluso las cosas inútiles…gran defecto, pero ¿Por qué?
 Los niños tienen miedo de la oscuridad no porque no haya luz en si, sino porque dejan de ver y por lo tanto de saber qué es lo que hay en esa parte tan oscura. Y ya de adultos nos pasa lo mismo, hay momentos en los que nos centramos en una cosa, en un túnel y no sabemos lo que pasa fuera de ahí, queremos controlar el resto pero como no podemos centramos nuestro control en cosas más asequibles y si perdemos este en ellas, si ni sobre las cosas insignificantes somos capaces de mantener el control, nos desquiciamos.  Desconocer lo que va a pasar nos asusta, no poder controlar algo nos asusta y es lógico, pero no lo es si ni siquiera ha ocurrido. Ahí empieza la imaginación infantil a imponerse a la realidad... en la habitación sabes que no hay nada extraño aunque este la luz apagada pero ¿y si…?
Ahora tienes dos opciones.
Seguir paralizado intentando ignorar el miedo, que se trasforma en esa molesta sensación de ansiedad y que te impide valorar la situación e intentar tantear distintas decisiones a ver si aparece la acertada antes de que el tiempo se escape para ti…
..o bien calmarte, coger aire, ignorarlo todo por un minuto, y tomarte los siguientes 5 , 10 o los que sean necesarios para organizarte. Primero saber si esa sensación de tranquilidad es real o infundada ya que si hay una causa concreta solo tienes que solucionarla. Pero sino, enfrentarte a ese miedo y pasar del, el resto de sensaciones van minimizándose poco a poco solas. Así que ahora tienes toda la calma del mundo para valorar el batiburrillo de ideas que luchan por captar tu atención y tomar por fin y con calma la decisión correcta para zanjar el asunto y poder seguir teniendo el control, no del tiempo ni de lo que desconoces pero si por lo menos de todo lo que ronde por tu cabeza y que quiera hacerte pasar un mal rato.

... aprender a olvidar lo que creías saber puede ser un buen comienzo


-          Creía estar tan seguro de lo que quería y derrepente todo son dudas…
-          Es normal, una etapa nueva siempre conlleva cambios y todos tenemos miedo a lo desconocido. De hecho, me siento como un niño pequeño, estoy asustado pero también impaciente.
-          Pero tú no dudas.
-          No.
-          ¿Por qué soy tan débil entonces? Pensé que estaba preparado... Tantos años planeándolo...
-          No eres débil
-          Sí que lo soy, además un inmaduro... Verás, toda mi vida la he pasado planeando este momento, atando cabos y ahora por fin conseguí todas las metas que me marqué entonces.
-          Entiendo... y sin embargo no te sientes bien, o al menos, no tan feliz como pensabas.
-          Si, no me siento para nada una persona feliz... Ahora más que nunca siento que he perdido el tiempo y que me quedan tantas... ¡tantas cosas por hacer!
-          Ahí está el problema
-          Lo sé... Me equivoque desde el principio, debí de haber tomado otro camino, no me ha llevado donde quería.
-          No, no te equivocaste.
-          ¿Qué?
-          EL problema no es que tomases la dirección equivocada, es que no has disfrutado del viaje, al principio cogiendo previsiones, y al final pensando en que habría al final…
La vida basada en un currículum, cumpliendo metas que marcas porque crees que te harán feliz no es una vida feliz...Cuando las cumplas te quedarás sin objetivos y te sentirás perdido...  La vida es puro movimiento, puedes planear un día con suerte… pero con más de dos da por sentado que surgirán imprevistos, y siempre son los que al final te hacen sentir bien al alejarte de la monotonía.
-          Tienes razón, toda mi vida pensé que debía hacer esto o aquello porque era lo que se suponía que me haría feliz... ¡Cuántas cosas me quedan por hacer y yo solo me dediqué a lo mío!
-          Estas cayendo precisamente en el mismo error... No se trata de que metas cumplas, o que metas te marques. Si cuidas demasiado el futuro y no descuidas el pasado te perderás… Quedas entre lo que nunca será y lo que ya nunca volverá a pasar... Es difícil de explicar con palabras... Así que experiméntalo tú mismo... Sal a pasear por tu camino habitual, otro día hazlo según lo que hacen otros, que tanta envidia te dan… Otro día sal sin rumbo fijo y sin permitirte mirar al suelo… Entonces entenderás a que me refiero...