La memoria. Para mí es un concepto que dependiendo del aspecto que intentes definir adquiere unas connotaciones totalmente diferentes y que al tratar de integrarlas en un todo te dan una visión dinámica e integradora del ser humano, su existencia y la humanidad. En mi opinión existen dos tipos de memoria. La memoria que creamos nosotros mismos con nuestras experiencias, individual y de cada uno, la del aquí y ahora. Y la memoria generacional que heredamos de nuestra sociedad. Es un tema que tratare de explicar más adelante pero por ahora invito a quien lea esto a contemplar la posibilidad de lo que somos como individuos y lo que nos viene dado por pertenecer a una especie a lo largo del tiempo y el saber que se ha transmitido desde tiempos muy lejanos, la información que llega a día de hoy a nosotros gracias a nuestra capacidad de razonar, de comunicárnosla de unos a otros hasta el día de hoy. No es difícil entender que cuando queremos expresar que no sabemos información sobre la duración de algo, se diga ‘’desde tiempos inmemorables’’. Pues no existe información en esta memoria intergeneracional (natural y común a nosotros simplemente por el hecho de pertenecer a la misma especie capaz de comunicarse información) que haya llegado a nosotros.
Y ahora comienzo a platearos la siguiente pregunta: ¿Qué somos?
¿Quien y que soy yo? Somos un conjunto de átomos que interaccionan entre si de
una manera determinada. Esto es indiscutible.
En esta interacción se produce de alguna manera el
pensamiento. Somos capaces de percibir el resto de átomos que nos rodea. Capaces
de predecir que harán, cómo será la interacción entre ellos y activar, generar
nuestras propias interacciones de una y otra manera. Este patrón de conducta es
la que definimos como personalidad y es lo que nos dota de identidad frente a
los otros individuos. Frente a las otras agrupaciones de átomos con una forma
similar a la nuestra pero que interaccionan con otro patrón diferente.
Si somos nuestra personalidad, somos lo que pensamos, lo que
percibimos. Pero no se trata solo de que percibimos en un momento determinado. No
son percepciones inconexas. Es lo que percibimos, almacenamos y decidimos
utilizar o no. Es aprendizaje. Las experiencias nos dan una serie de información
que nos hace capaces de predecir qué ocurrirá en situaciones parecidas. Una composición
concreta de átomos se comporta de una manera. Lo cual hace que almacenemos esa
experiencia en nuestra mente y hace que cuando se dé una situación similar
podamos predecir que pasará. Eso es aprendizaje, conocer, discernir reglas de
experiencias y usarlas para presuponer lo que pasara y orientar nuestra
conducta de una y otra manera. Por tanto es fácil discernir que si la
personalidad son conductas y las conductas las aprendemos por experiencias,
somos estas experiencias.
Pero somos algo más. Somos un grupo de átomos con una composición.
La misma experiencia es diferente en cada persona según sea la composición inicial
de estos átomos. Por si fuera poco los átomos entran y salen de nuestro ‘’cuerpo’’
de una manera pasmosa. Si ni siquiera somos el mismo grupo de átomos, ¿Qué somos?
somos ni más ni menos que las rutas que van trazando nuestras neuronas. Esto no
es tan simple. Los impulsos eléctricos pasan a través de neuronas como un coche
que viaja por un mapa de carreteras. Va marcando una nueva ruta que podremos seguir aunque cambie el coche
porque se averió. Aunque cambien nuestras neuronas.
Cada experiencia grosso modo es una serie de neuronas que
disparan a la vez. Esto es un camino. Si las unimos vemos una nueva ruta en
nuestro mapa de carreteras. Se creía erróneamente que el peso primordial de lo
que somos caía en las neuronas, pero en realidad recae en las conexiones que
creamos entre ellas.
Cuando nacemos hay unas rutas predeterminadas que son
nuestros instintos, pero según vamos experimentando con el mundo vamos arando
en el esa tierra yerma e inhóspita. Una tierra nunca antes transitada y vamos dejando un rastro en el territorio. Según
como nacemos hay unas zonas más transitables que otras que la herencia genética
ha dictado. No sabemos muy bien como. Este grupo de células que forman nuestro
cuerpo tiene una organización muy compleja. No dejan de ser átomos organizados
de una determinada manera. Pero esa organización es la que dicta la primera célula
que divide dando más células, lo lleva en su ADN. El ADN, un montón de átomos
en un orden determinado. Puesto que cada persona tiene un ADN diferente, tienen
un orden parecido pero no igual. Es lógico que la organización varié y que el mapa
de carreteras de cada uno venga con esas primeras carreteras diferentes en cada
uno. Esas primeras carreteras o conexiones neuronales que generan nuestras
conductas podrían entenderse como los instintos y el temperamento. Unas primeras
pautas de actuación primitivas, básicas y toscas de nuestro grupo de átomos
para continuar así de organizados (generando vida en forma de un cuerpo humano)
y no perder este orden y morir.
A este temperamento vamos sumando experiencias que terminan
por definir nuestra personalidad. Por ello cada uno tendrá un mapa de carreteras
diferentes y este determina quienes somos. Según tengamos una experiencia, se
produce el aprendizaje de una nueva ruta. Cuando la aprendemos, podemos
repetirla, si la repetimos allanamos el camino y cada vez es más fácil transitarlo.
Es una metáfora muy bonita para explicar un proceso tan complicado como es la potenciación
a largo plazo (PLP) en la que se basa el aprendizaje según Hebb.
Se trata de que cada suceso es percibido por un grupo de
neuronas. Una experiencia es por ejemplo el acontecimiento de dos hechos y con
una relación entre ellos. Por ejemplo, una causa-efecto. Las neuronas para cada
uno disparan a la vez y se producen señales eléctricas y que trazan una ruta
neuronal. Hemos aprendido una relación entre dos sucesos, hemos aprendido en términos
de que dos grupos de neuronas disparan a la vez y entendemos que por ello
existe una relación entre esos hechos causantes del disparo de cada una. Eso es
aprender ¿pero ya está?
No, sino aprenderíamos todo y asumiríamos que porque una
cosa se dé una vez se dará siempre. Y existen las simples casualidades. Aprenderlas
todas será muy poco práctico. Es como si creáramos rutas que no llevan a
ninguna parte y no debemos volver por ellas. Por ello el aprendizaje es algo
más, nuestro cerebro se ha vuelto lo que denominaríamos inteligente.
‘’las células que se
disparan juntas, permanecerán conectadas" Teoría de Hebb
Cuanto más transitamos una ruta más fácil se vuelve viajar
por ella. Acabamos cogiéndola de manera automática, se convierte en una
costumbre. Pues al ser el camino más transitado y trabajado, más fácil es ir
por él. Por no hablar de que conocemos a donde nos lleva, no hay razón para
andar a lo loco por terreno desconocido.
En ese caso acontecería algo similar a lo que pasa por
ejemplo con la epilepsia. Un grupo de neuronas se activan sin causa aparente y
empiezan a disparar sin ton ni son, sin sentido. Y nos llevan a conductas
extrañas, sin un fin, en esta metáfora sería como dar vuelta a lo loco por un terreno
perdidos sin una ruta.
Cuanto más disparan a la vez, más fácil se vuelve para ellas
hasta el punto de que bastaría con que solo uno de los sucesos se dé y una de ellas
dispare para que la otra neurona también dispare. A pesar de que no se dé el
segundo suceso. Pues como su amiga dispara, por costumbre, sabe que a ella le
toca y esto, señoras y señores, es hace una predicción de que ocurre ante un
suceso. Predecimos que otro suceso acontecerá por la experiencia que tuvimos
anteriormente ante el mismo suceso, y esto es ni más ni menos: aprendizaje. Generalizar
a situaciones nuevas leyes extraídas de antiguas situaciones similares, activar
los mismos circuitos neuronales para una nueva situación.
De igual modo, si descuidamos estas rutas y dejamos de
transitarlas, se llenaran de matojos, perderán la costumbre y acabaremos olvidando.
Por ello una manera de mantener ágil nuestra memoria y conocimientos es
refrescar nuestras conexiones. Cuando repasamos algo que creemos que ya
sabemos, no cae en saco roto. A largo plazo hará que ese conocimiento perdure
en el tiempo un poco más. Lamentablemente no se sabe lo que se tiene hasta que
se pierde, y con los recuerdos, sean personales o de conocimientos, los echamos
en falta cuando ya no están y poco podemos hacer por recuperarlos. Así que os
animo a que transitéis las antiguas rutas de vez en cuando, como quien hace una
visita al lugar donde paso su niñez.
Cada vez que creemos conocer la relación entre dos
variables, aparee una nueva cuyo efecto en la relación de las anteriores desconocíamos
que añade una nueva dimensión al entendimiento de las anteriores. No las niega
sino que nos muestra otro aspecto a tener en cuenta de la realidad. Esto es lo
que sucede actualmente con el cerebro, vamos descubriendo nuevas leyes de su
funcionamiento. Pero todavía quedan un motón de incógnitas por resolver y
variables que desconocemos a las que poner nombre. Aunque sin duda, es un viaje
que merece la pena recorrer. ¡Cargaos de provisiones para no perderos nada por
el camino y emprender la marcha!
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